¿En qué casos es recomendable que un menor se emancipe?

Cómo ya hiciéramos entonces en nuestro artículo resolviendo dudas de los lectores, hoy vamos a tratar de dar una respuesta a la gran duda de en qué casos es recomendable que un menor sea emancipado.

Al tratarse de una cuestión personal de índole familiar, no es algo que pueda considerarse blanco o negro, por lo que la respuesta nunca puede tratarse como si estuviéramos hablando de una verdad absoluta y universal. Muy al contrario, lo que nosotros vamos a hacer es esbozar unas pinceladas de aquellas situaciones en las que puede ser recomendable que se produzca la emancipación del menor, pero que no han de tomarse a pies juntillas, ni mucho menos. Puede que existan otras circunstancias que para una familia concreta sean igualmente válidas para emancipar a su hijo, o incluso puede que dándose las aquí expuestas una familia siga sin considerar oportuno que el hijo menor se emancipe.

Bajo nuestro punto de vista lo mejor para absolutamente todos los casos es seguir una única regla, analizar la situación familiar con la finalidad de comprobar si realmente es necesaria o querida la emancipación del menor, y en caso de que la familia lo considere así, será para ellos recomendable. Pero, es cierto que existen algunos casos típicos, los llamados casos de manual en los que es más que evidente que la emancipación es la mejor salida, y éstos son de los que hoy venimos a hablar.

Estos casos se pueden resumir en una circunstancia común a todos ellos, los conflictos familiares. El primero de los conflictos familiares que nosotros creemos que hace necesaria una emancipación es cuando existe un grave problema de convivencia entre los progenitores y los hijos. Suelen ser casos en los que la relación familiar está completamente deteriorada y no es posible la comunicación ni la tolerancia entre los miembros de la familia, aunque pueden existir alternativas como acudir a terapia de familia, para intentar solventar los problemas.

El segundo de ellos es la existencia de conflictos de intereses económicos con los padres o tutores, por ejemplo cuando se recibe una herencia o donación por parte del menor. Este es un caso más común de lo que mucha gente piensa, pero ilustrémoslo con un ejemplo para comprenderlo mejor. Imaginemos una pareja con una hija menor de edad que deciden hacer un viaje y dejan a la niña con los abuelos, desgraciadamente en el viaje la pareja sufre un accidente y fallece. La niña como consecuencia del fallecimiento de sus padres hereda la vivienda familiar y el seguro del vehículo le indemniza por el fallecimiento con 250.000 euros. Como la menor ha quedado huérfana sus tíos la acogen y como tutores son los encargados de administrar su patrimonio, aunque en lugar de conservarlo la menor comprueba que lo están malgastando en lujos y caprichos para ellos en lugar de dedicarlo a su cuidado. Como cualquiera puede observar, este es uno de esos casos en los que es recomendable que efectivamente se produzca la emancipación y sea la menor la que administre sus bienes, pues de lo contrario llegará el momento en el que dilapiden completamente el patrimonio. Si bien es cierto que, llegada la mayoría de edad ella podría pedir explicaciones a sus tíos e incluso demandarles judicialmente para reclamarles el dinero que le deberían haber entregado, no es menos cierto que es posible que entonces no tengan absolutamente ningún bien con el que restituirle ese dinero y por tanto el daño podría ser irreparable.

Como vemos, sí existen casos en los que es recomendable la emancipación del menor, pero estos casos deben ser valorados por las personas involucradas en ellos, por lo que ante la duda lo mejor es consultar siempre con un experto que nos pueda aconsejar sobre las opciones existentes en nuestro caso particular.