Legítima defensa diferida, el caso Sauvage

Este caso ha sido muy mediático y seguido por la prensa desde que, en 2014 la mujer que había soportado 47 años de malos tratos, vejaciones y abusos contra ella y sus hijos, decidiera disparar tres tiros, por la espalda,con una escopeta a su marido. Muchas han sido las voces que se han alzado a favor de la inclusión en los sistemas penales europeos del concepto jurídico legítima defensa diferida para los casos de malos tratos continuados, sobre todo cuando se trata de casos tan angustiosos como el de esta mujer y sus cuatro hijos,que vivieron casi cincuenta años de terror.

Actualmente en España está reconocida como una eximente de responsabilidad penal la legítima defensa, pero no así cuando es diferida. Aunque, según el caso sí podría tratarse como una atenuante ya que el art. 21.1ª de nuestro Código Penal admite como tal todas las circunstancias eximentes contempladas en el art. 20 cuando no se den todos los requisitos exigidos por el mismo. Sin embargo, además de las eximentes incompletas también se contemplan otras circunstancias que pueden atenuar la responsabilidad penal, puede que en el caso de Jacqueline Sauvage en España se hubiera podido aplicar la atenuante de obrar por un miedo insuperable, forjado a base de años de vivir aterrada por un marido abusador (art. 21.6ª CP)

En cuanto a la legítima defensa, está configurada en nuestro país por tres requisitos básicos, el primero de ellos es que se produzca una agresión ilegítima contra la persona que se defiende, el segundo es que los medios que se han empleado para repeler esa agresión sean necesarios y racionales, el tercero es la falta de provocación por parte del agredido. Es decir, si alguien entra en nuestra casa para robar y repelemos su entrada dándole un golpe con una plancha de la ropa, no se nos podrá juzgar por la lesiones causadas porque estamos defendiendo nuestra propiedad privada frente a un ataque. Sin embargo, si frente a ese mismo ladrón nos defendemos disparándole con una pistola o clavándole un cuchillo jamonero, y siempre que ese ladrón no nos estuviera apuntando con un arma a su vez, el medio utilizado para la legítima defensa será desproporcionado y no estaremos exentos de responsabilidad penal por las lesiones que le causemos o si le matamos.

Dicho todo esto, vemos que nuestro sistema penal tampoco ampara bajo la legítima defensa situaciones como la de la señora Sauvage, pues disparó al marido por la espalda y en un momento en el que él no estaba atacándola, aunque sí la había atacado minutos antes. Es por ello que muchas voces solicitan la legítima defensa diferida, que actuaría en casos en los que una persona haya sido previamente sometida a malos tratos y abusos continuos por parte de la persona a la que ha agredido. Funcionaría como un eximente dado el daño psicológico que esa situación tan traumática ha provocado en la víctima, lo que la hace estar completamente desesperada y tomar una decisión drástica para terminar con esa situación de golpe.

Si bien es cierto que existen múltiples alternativas para salir de una situación tan demoledora, no siempre son efectivas o la víctima está tan sumamente cautiva por la situación que no es capaz de verlas. Por ello, al igual que existe una eximente de la responsabilidad penal para aquellos casos en los que la persona que comete una infracción penal tenga alterada su percepción de la realidad por un trastorno psicológico o como resultado de haber ingerido alcohol o drogas, también debería de contemplarse la posibilidad de eximir de responsabilidad penal a las víctimas de violencia doméstica o de género que, como resultado de malos tratos y abusos constantes hayan llegado a sufrir ciertas alteraciones en sus percepción de la realidad.