La libertad de prensa como fundamento de la democracia

La libertad de prensa tiene un fundamento básico en democracia, y este no es otro que ser el instrumento de control del poder. ¿Pero qué pasa cuando está a su servicio?

20 NOV 2016 · Lectura: min.
La libertad de prensa como fundamento de la democracia

A la libertad de prensa se le reconoce el estatus privilegiado de libertad preferente, por parte de la jurisprudencia, en caso de conflicto con otros derechos. Ello tiene una explicación lógica, y no es otra que garantizar su posición fundamental dentro del sistema democrático.

La prensa ocupa el papel de "perro guardián público" (public watchdog) de la actuación del Poder. Esto es básico en la configuración del sistema democrático, habida cuenta que, gracias a ella, la ciudadanía tiene acceso a una información que le servirá para poder conformar su propia opinión respecto de los temas de interés público. Dicho de otro modo, la configuración de la opinión pública libre, como base del sistema democrático, es la consecuencia directa de una prensa libre. Por tanto, podemos concluir, sin ambages, que sin libertad de prensa no hay democracia.

Pensemos que nuestra posición respecto de cualquier tema va a depender exclusivamente de la información de que nosotros dispongamos. Los medios de comunicación de masas, y más en concreto la televisión, tienen un papel básico en la configuración del imaginario colectivo. Ellos van a ser los principales proveedores de información. Por tanto, aquello sobre lo que informen y sobre lo que callen, y cómo informen, va a ser fundamental en la formación de la opinión pública. Hete aquí la inmensa responsabilidad social de los medios.

El problema se da, quizá, con la posibilidad del ejercicio verdaderamente libre del periodismo. Pensemos en lo que, desgraciadamente, suele ocurrir con las televisiones públicas, que sirven más de propaganda del gobierno de turno que de instrumento de información, o con las privadas, a cuyos verdaderos propietarios, grandes corporaciones y entidades financieras, poco interesa, obviamente, una información que contravenga sus intereses económicos. Cuando conscientemente no se dice la verdad, se omite parte esencial de la misma, se mezcla información verdadera con simples rumores, o directamente se silencia, nos encontramos ante supuestos de desinformación, con el efecto perverso que ello tiene de deformación y manipulación de la opinión pública.

Al final, que el ejercicio verdaderamente libre de la profesión periodística dependa de la voluntad del gobernante de turno (en el caso de los medios públicos) o de las empresas titulares del medio (en el caso de los medios privados) supone admitir una situación delicada y de solución compleja. Pero a la vez nos permite mantener una mirada crítica sobre la información que se nos transmite diariamente.

Escrito por

IuraValencia

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