Estafas curiosas que llegan a los tribunales
La realidad supera a la ficción, hoy vamos a dedicar nuestro apartado a algo más liviano de lo habitual, una pequeña recopilación de las estafas más curiosas y rocambolescas.
Entre las últimas sentencias dictadas por el Tribunal Supremo podemos encontrar múltiples delitos, algunos de ellos tienen que ver con estafas que bien podrían haber salido de algunos de los títulos más famosos de la literatura sobre la picaresca española. Hoy contamos algunas de estas estafas tan curiosas.
Unas ventas... curiosas
El primero de los casos, una panda de sinvergüenzas muy codiciosos y una señora de 78 años con cierto poder adquisitivo. En un primer momento, la señora adquirió una pequeña colección de libros a un vendedor a domicilio. Tras esta venta, decidió aprovecharse de la buena disposición mostrada por la señora, y comenzó a intentar venderle todo tipo de objetos y colecciones que ella no quería. Incluso le enviaba repartidores con productos que ella no había solicitado, y que la convencían para que se quedara con ellos diciéndole cosas como que ese producto era un regalo, o incluso que había firmado un contrato y que sino los abonaba podrían demandarla judicialmente, que había contraído una deuda con ellos. De esa forma fueron consiguiendo que les extendiera cheques, por valores de hasta 15.000 euros. Ella sólo se quedaba con los libros, en sus cajas sin desprecintar, y devolvía los supuestos obsequios. En una última ocasión, incluso se presentó otro vendedor en su casa diciéndole que les debía cerca de 40.000 euros por penalización de un contrato de compraventa de libros y otros artículos como dos alfombras persas, un reloj de acero y oro y unos pendientes y una pulsera de oro. La mujer le extendió varios cheques para satisfacer el importe que creía adeudado, pero cuando el vendedor se presentó al día siguiente con los libros en su casa, ella le dijo que no quería adquirir nada de lo que figuraba en ese contrato. El vendedor entonces rompió el contrato y se lo entregó a la mujer, pero a cambio le ofreció realizar unas obras de reparación en su cuarto de baño por el mismo importe del total de los cheques, entregándole un presupuesto por el concepto de "saneados", en el que figuraban las numeraciones de los tres talones entregados el día anterior. En total, la señora llegó a abonar aproximadamente unos 50.000 euros, pues los cheques por los últimos 40.000 euros no se llegaron a hacer efectivos. Los libros que finalmente no había devuelto y que estaban en su domicilio en cajas sin abrir, tenían un valor aproximado de 14.000 euros, según datos del Ministerio de Cultura.
La alcaldesa it-girl
El segundo de los casos, una alcaldesa de pueblo muy avispada. Este caso es curioso por el mero hecho de que la alcaldesa compró con la VISA del Ayuntamiento dos bolsos, de una reconocida firma de diseño, por valor de 370 euros, e intentó colarlos como gastos protocolarios o sociales propios de la función pública como representante, es decir, como obsequios. Ella sostenía que no los destinó a un fin particular, pero durante el procedimiento las personas para las que habían ido destinados los mismos fueron cambiando, lo que induce a pensar que no fueron precisamente destinados a regalos de representación o protocolo.
Una casa, dos compradores
El tercer caso es el de unos promotores que vendieron una misma vivienda a dos compradores diferentes. Primero la vendieron a un español en un contrato privado, más tarde, la vendieron por otro lado a un grupo de tres matrimonios ingleses que la compraron entre todos. El primer comprador había solicitado la rescisión del contrato y la devolución de las cantidades entregadas, a lo que los vendedores se habían negado, exigiéndole el otorgamiento de escritura pública. Para colmo, tras la demanda civil presentada por el comprador, cuando ya incluso los compradores ingleses habían escriturado a su nombre, los vendedores volvieron a solicitar en sede judicial el cumplimiento del contrato y la elevación a público de la compraventa, cosa que en la práctica ni siquiera era posible, pues la vivienda ya no era de su propiedad, sino de los compradores ingleses.
Una factura abultada
El cuarto caso es el de una empresa de ambulancias que decidió estafar al Departamento de Sanidad cobrándole por servicios que no se habían realizado. La empresa tenía la concesión de un Contrato de Gestión de Servicios de Transporte Sanitario Terrestre no urgente, cuya facturación no era cerrada, sino que dependía del número de servicios que se realizaran. La empresa en cuestión tenía un problema con el sistema informático de gestión de los transportes realizados, por lo que en muchas ocasiones se tenían que introducir los datos relativos a los servicios prestados de forma manual. Así las cosas, y con la finalidad de conseguir facturar cantidades superiores a las realmente correspondientes, pusieron en marcha un plan que básicamente consistía en la masiva inserción de datos falsos en la base, modificando servicios facturados realizados en algunos casos hasta transcurridos cuatro años del fallecimiento del paciente.